miércoles, 3 de mayo de 2017

Corrí tanto queriendo huir de mi
que no vi las señales que me advertían
que si me alejaba demasiado
ya nunca podría deshacer mi camino.

Y ahora, desde esta frontera,
desde esta continua inconsciencia,
veo a mi pasado estancado.
A mi esperanza intentando salir a flote
para evitar morir ahogada.

A gente que un día consideré amiga
y que aún no sé
si me fallaron,
o me falle a mi misma
Porque siempre fui un desastre
que nunca supo estar a la altura
de aquellos a los que (me) quería(n).

Ahora, con más tristeza que años,
he comprendido que cuando uno huye de si mismo
se le pega el miedo a los talones,
  los recuerdos se convierten en cemento que se adhiere a la suela de los zapatos
ralentizando tu paso y obligándote a quedarte parado.
en un estado de letargo
en el que la vida
deja de tener sentido
y solo parece algo abstracto.


Si lo hubiera sabido
Nunca habría huido
Porque preferiría el dolor
A este insoportable  vacío.






Viajar al mundo de los sueños
huyendo de los fantasmas
Que intentan meterse en mi cama.
tiran de las sábanas
dejando entrar el frío
que sube desde mis pies y por mi columna 
hasta llenarme de escarcha el pelo
y filtrarse dentro de mi cuerpo.
Así es como cada noche
 me piden que les cuente un cuento
 yo les hablo de una vida inventada
en la que no dejan de suceder cosas extraordinarias.
Hasta que finalmente
 acabamos por quedarnos dormidos
y soñamos con algo parecido a estar vivos. 

martes, 2 de mayo de 2017

Universo,
ese que veo cada vez que miro tus ojos.
Su oscuridad
su infinita soledad...
Y creeme
si te digo
que llenaría de luz cada recoveco de tu universo.
Que cambiaría las bombillas,
fundidas,
de todas aquellas estrellas,
que un día,
iluminaron tu sonrisa.
Que derramaría botes llenos de estrellas fugaces
donde ahora solo se derrama la sal de tus lágrimas.
Que,
si hace falta,
te daría todas mis constelaciones,
llenas de soles,
para devolverle a tu mirada ese brillo
que antes  cegaba.
Pero ya no.
Ya no aceptas luz,
Porque tú,
 casi  sin querer,
te fuiste convirtiendo en un agujero negro.

Eran tus abrazos
los que “mantenían” unidos
cada uno de mis pedazos.
“Mantenían”,
ese maldito pretérito imperfecto
que indica que el a tu lado
ya es tan solo pasado.
Porque tú
te marchaste,
igual que se va el otoño,
dejando paso al frió
y a la soledad
del invierno.
E igual que una llovizna
cayeron todos mis pedazos,
en silencio,
pero gritando por dentro.
Y desde entonces
a tientas,
en la oscuridad,
busco los pedazos
que me faltan
y los voy guardando en una caja.
Por si algún día
encuentro un pegamento
tan efectivo como tus manos.
¿Y a que huelen las Nubes?

A mi me huelen a sueños,
a tardes de primavera
tumbados en la hierba
-o en cualquier otro lado-
desafinando en cada nota que cantamos.

A cafés con hielo a cualquier hora.
A noches de verano
Viendo la lluvia de perseidas
o paseando bajo la luna llena.

A mañanas de otoño
Difuminandonos entre  tonos ocres y dorados
Oyendo el crujir de las hojas
bajo nuestros pasos.

A esas gélidos atardeceres de invierno
en las que el frío nos cala hasta los huesos
Y solo encuentro el calor en un abrazo. 
A chocolate caliente
y unos labios soplando para enfriarlo.
A leña que se consume en el fuego.
A las páginas de un libro nuevo...

Que a mi las Nubes me huelen
 a todo aquello que amo
o que me evoca un recuerdo
de lo que quise en otro tiempo.


Para ella era otro de esos malditos días
en los que se te cae un poco más la vida.
En los que se sentía 
-cada vez más-
incapaz de ver una salida.
Y cansada de su infierno
ya no esperó la llegada de un nuevo día.

Y el amanecer la encontró  en su dormitorio,
vestida de rojo,
con las venas abiertas
y el brillo de unas últimas lágrimas
aún clavadas en el marrón de sus ojos.




He decidido
reformar mi muro,
ese que separa mi interior
del resto del mundo.

Necesitaré piedras nuevas,
-más gruesas-
barrotes para las ventanas
y puertas blindadas.

Lo reconstruiré de arriba a bajo
para protegerme de tus asaltos.
Porque no se puede defender un castillo
cuando el enemigo
conoce sus secretos
porque una vez
fue aliado
y lo observó desde dentro.

Y eso
hiciste

conmigo.

Tú,
que siempre tuviste mi puerta abierta,
te aprendiste cada recoveco,
cada una de las malditas grietas
que me hacen sentirme indefensa
ante todo aquello que me rodea.

Y lo aprovechaste
para entrar y salir de mi alma
cuando
te
daba
la
puta
gana.

A pesar de todo
te propongo una oferta:
Vete para siempre
y deja de buscar la guerra
o quédate conmigo a este lado del muro
y salvémonos juntos del resto del mundo.